Por Darío Coria
Desde que se instaló la conmemoración oficial del 24 de marzo, el kirchnerismo siempre priorizó ideologizar antes que revisar la Historia. Y por supuesto con su enfoque tan particular, con su mirada castrista-guevarista-erpiana-montonera-camporista-chavista-demagógica-populista-izquierdista, y a su vez, a los fines prácticos, ultra-capitalista.
Con el triunfo de la denominada habitualmente Revolución Cubana (en enero de 1959 y en el marco de la Guerra Fría) América Latina en general y Argentina en particular dieron paso a procesos insurgentes, a organizaciones armadas para-militares que intentaron la toma violenta del poder bajo la prédica marxista y cuyo principal impulsor fue Ernesto ‘Che’ Guevara (primo del fallecido Ariel Sharon, uno de los mayores genocidas del siglo XX). Poco importaba tener en frente gobiernos dictatoriales o democracias ultra legalistas.
Cada organización fue apoyada, financiada y militarmente preparada por ese cerebro que fue Cuba, planteándose -como en el caso argentino- que había jóvenes ansiosos de justicia, que ‘la violencia de abajo’ era producto de la falta de democracia o que todo era culpa del ‘imperialismo yanqui’ según la jerga marxista setentista de aquel entonces. Vale decir, se buscó siempre convertir lo secundario en principal. Y repito lo principal a pesar de la distorsión del relato oficial K: La toma violenta del poder en América Latina para establecer dictaduras totalitarias marxistas, para establecer el modelo cubano, un capitalismo de Estado burocrático, omnipresente y con un férreo control de la sociedad.
En esa lucha armada se utilizó el terrorismo como táctica principal, con el objetivo público y declarado de imponer el denominado ‘socialismo revolucionario’. Las diferentes organizaciones terroristas fueron una verdadera pesadilla para la población durante la década del ’60, del ’70 y parte de los ’80 con asesinatos y secuestro de civiles, de empresarios, militares, policías, toma de rehenes, extorsiones, robos, asaltos y toma de guarniciones militares.
Muchos de los que hoy exhiben la remera de Guevara ni siquiera lo leyeron. Según su concepción, cualquier gobierno ubicado en las esferas del capitalismo ya era una dictadura. Es decir, se debía llevar adelante el foco guerrillero sea cual sea la índole del gobierno, dictadura o democracia. Así lo afirma en ‘Guerra de Guerrillas’, su obra más famosa: “(..) No debemos admitir que la palabra Democracia utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa, sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar para retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes”.
Y pongamos algunos ejemplos paradigmáticos para desmentir la versión maliciosa de que las organizaciones se originaron espontáneamente para luchar sólo contra las dictaduras de los diferentes países latinoamericanos. Por ejemplo, en 1963, en pleno gobierno legal y constitucional democrático del presidente Arturo Illia, el autodenominado Ejército Guerrillero del Pueblo ya empezaba a operar en la selva salteña. El 25 de septiembre de 1973, y a tan sólo dos días de haber asumido el General Juan Domingo Perón su tercera presidencia constitucional democrática, el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, cayó acribillado por la organización terrorista Montoneros.
A su vez, el 19 de enero de 1974, y en pleno gobierno constitucional de Perón, la organización terrorista ERP atacó la guarnición militar de Azul, siendo asesinados el coronel Arturo Gay y su señora esposa. Inclusive Patricia Gay hija (quien estuvo como rehén en ese terrible episodio) no pudo recuperarse de lo vivido y se suicidó en 1993 a los 33 años. Y en este mismo hecho el teniente coronel Ibarzábal fue secuestrado, estando 10 meses en cautiverio, en una famosa ‘cárcel del pueblo’ tipo jaula, para luego ser asesinado.
El 5 de octubre de 1975, en pleno gobierno constitucional y democrático de Isabel Perón, se produjo el ataque más espectacular de una organización guerrillera en nuestro país: El ataque de Montoneros al Regimiento 29 de Infantería de Formosa, previo secuestro de un Boeing de Aerolíneas Argentinas, donde murieron un oficial, un suboficial y diez soldados. Bajo este mismo gobierno constitucional, el 23 de diciembre el ERP atacó la Unidad del Ejército en Monte Chingolo (el famoso Batallón 601).
‘Guerra de Guerrillas’, el libro modelo de Guevara para la lucha armada, también nos instruye sobre las formas: “El terrorismo debe considerarse como factor valioso cuando se utiliza para ajusticiar algún connotado dirigente de las fuerzas opresoras”. Yo pregunto, una persona con sentido de justicia y de libertad ¿puede avalar la tortura a otra persona? En otra parte de este manual práctico para el guerrillero, también se sostiene “el atentado personal es lícito efectuarlo, aunque sólo en determinadas circunstancias muy escogidas; debe realizarse en casos en que se suprima mediante él una cabeza de la oposición”.
El desgraciado recuerdo de las guerrillas castro-guevaristas, con su dramática carga de odio, con su disfraz de amor a la humanidad nos muestra hoy en día como se puede luchar, como se puede matar y como se puede morir por abstracciones ideológicas, por modelos impracticables, por paraísos utópicos. Como se puede matar o morir por querer lograr aquello que no está en ningún lado. Como se puede estar fanatizado por una ideología falsa, cuya intrínseca perversidad llevó a la muerte y a la miseria moral a miles y miles de jóvenes.
Es que desde el año 2003 en adelante todo ese odio, todo ese ataque externo e impunidad que se sufrió en las décadas del ’60, del ’70 y principios de los ’80 es reivindicado por el régimen kirchnerista como una suerte de gran caballito de batalla cultural. Es el relato basado en la mentira y en querer retratar a los diferentes guerrilleros como idealistas, como románticos, como mártires de la Justicia Social o luchadores inofensivos por la libertad. Es el falso relato K de los ‘ángeles’ contra los ‘demonios’.
En este sentido, las frases ‘no hay que hacerle el juego a la derecha’ o ‘no hay que favorecer la teoría de los dos demonios’ son dos excusas muy difundidas para evitar todo tipo de reflexión crítica. O sea, es más cómodo, y a su vez cínico, refugiarse en una épica artificial que enfrentó a supuestos ángeles del pueblo contra demonios de una oligarquía o imperialismo, en donde quienes tomaron las armas y mataron o torturaron se escudan en sus posturas ideológicas, como si esto los eximiera de las consecuencias que provocaron sus acciones. Es como que ese accionar terrorista queda reducido en estos tiempos actuales (repito, producto de una tremenda distorsión de nuestra Historia) como maquillado a un mero accionar, como algo típico de la juventud de aquellos tiempos y nada más.
Al kirchnerismo, un gobierno manchado con sangre por la muerte política del fiscal Alberto Nisman, sólo le importa los DDHH de apenas un sector, y el mejor ejemplo de esto que estoy señalando es el pago de cuantiosas indemnizaciones a familiares de la mayoría de los guerrilleros que murieron durante el ataque que realizaron al cuartel de Formosa en pleno gobierno constitucional democrático. Y fíjense el detalle llamativo: Un Estado democrático hoy en día indemnizando a quienes atacaron a otro Estado democrático en 1975. Bueno, producto de la ceguera marxista clasista, los mismos que hoy detentan el poder en nuestro país son los que reivindican “todo lo actuado”, tal como lo hicieran en su momento los ex jerarcas ultra-liberales del Proceso.
Muchos de quienes se reivindican ahora como los herederos de Montoneros o del ERP y de la década del ’70 en general adoptan un status de superioridad moral en relación al resto de la sociedad: Construyen un relato histórico en donde los hechos se acomodan a su antojo. Cuando se les habla de sus crímenes ya esgrimen los “ideales”, como si esto bastara para justificar sus crímenes. Si los ideales no alcanzan hablan de los desaparecidos y torturados por la última dictadura (como si esto también alcanzara para dejar de lado sus crímenes). Y si lo anterior no alcanza ya optan por descalificar al que piensa distinto.
Si cada 24 de marzo queremos condenar como es habitual la falta de libertades, la violencia, la represión, el asesinato y la dictadura hagámoslo con amplitud de criterio, condenemos entonces todas las dictaduras del Sistema y no la que conviene por ideología propia. Tampoco seamos indiferentes ante las tragedias humanas actuales y ante tanta marginación social porque esta es otra forma terrible de violar DDHH. Sino siempre hablaremos, y como le gusta hacer al régimen kirchnerista, de una verdad mentirosa, de una justicia tuerta y de una memoria olvidadiza.
Darío Coria
Profesor de Historia. Conductor del programa de radio “Estirpe Nacional”, que se emite por FM del Este 99.3. Secretario de Educación y Cultura del Partido Bandera Vecinal.
Fuente: Agencia Libre Opinión
http://www.libreopinion.com/?p=13179